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La puerta norte

De las tres puertas que posee A Cidá da Saceda, la situada en el sector noroeste es la más monumental, ya que aparece flanqueada por dos torres en forma de proa de barco. Una de ellas aparece protegida por un cuerpo rectangular situado en la cara interior de la muralla. Este tipo de accesos, conocidos como puertas en clavícula u oblicuas, obligan a acceder al interior del recinto de forma indirecta, lo que permitía reforzar la defensa del castro desde su interior. La puerta cuenta con un firme enlosado a través de una calzada que penetra en el recinto. Este espacio murado es el mayor de los tres con los que cuenta el Castro da Saceda. Fuera de esta muralla también se documentaron cabañas petrificadas y restos de tegula, lo que evidencia que alrededor de ella se levantó un vicus o aldea romanizada que carecía de defensas colosales. La monumentalización de las puertas de los castros busca una doble finalidad: dificultar el acceso violento al poblado y engrandecer su entrada, ofreciendo cara el exterior una imagen de vigor y fortaleza de la comunidad que lo habita.



Restos encontrados

En esta “cidá” aparece probado el trabajo del metal a través de lingotes de hierro, plomo y plata, así como distintos tipos de moldes. Por eso no sorprendió el hallazgo de unas tenazas de metalúrgico, documentadas en el año 1985 sobre la muralla de la acrópolis, en un lugar próximo a la entrada, integradas en un depósito –posiblemente ritual– compuesto por dos espadas afalcatadas y un pico. Esta aldea fortificada también dejó a la luz potentes ceniceros al pie de la muralla que permiten vincularlos con el desarrollo de una actividad artesanal prestigiosa: el trabajo del metal. Este oficio no debe extrañar en A Cidá da Saceda, próxima la varias minas de estaño, lo que pudo favorecer la elaboración de útiles de hierro y bronce y mismo su exportación la otras zonas. Esto evidencia que entre los siglos IV e II la. C el hierro estaría al alcance de la práctica totalidad de las tribus galaicas.